Cuantísimas veces habré oído a mi padre decirme que "más sabe el diablo por viejo que por diablo", o a unos cuantos adultos comentar que "ojalá cuando era joven hubiera sabido todo lo que ahora se"...
Es una pena darnos cuenta de lo mucho que valen los abuelos cuando ya somos mayores; posiblemente si desde pequeños valorásemos los años de experiencia que ellos ya han vivido los disfrutaríamos mucho más y aprenderíamos de ellos alguna de las muchas cosas que saben.
Tengo la suerte de haber tenido tres (por ahora) primitas recientemente y a mis 24 años valoro enormemente el papel de los abuelos, que unos años atrás quizá percibía como "aquellos a los que les toca malcriar (en el sentido más positivo de la palabra) a su nieto / nieta".
Pongamos como primer ejemplo el tema de la alimentación, que es al que me dedico y seguramente por esto, uno de los que me impactó. Llevo prácticamente siete años estudiando el mundo de la nutrición y la dietética, y lo primero que hice al enterarme de que iba a tener un nuevo primito o primita (para entonces no sabía si sería niño o niña) lo primero que hice fue recuperar mis apuntes sobre alimentación infantil para aconsejar a los padres y ayudarles a alimentar a su pequeñuelo. Pues bien, al hablar con mi abuela sobre mis avances en este proyecto descubría que ella ya sabía muchas de las cosas que yo pensaba aportar como "nueva notícia": los espárragos en la dieta de la madre modifican el sabor de la leche materna, hay que introducir los alimentos nuevos al mediodía y no por la noche, etc.
Y ahora que hablamos de la yaya, y como es Navidad y se avecinan unos días de comer "bastante" estoy pensando en lo bien que cocina mi yaya... ¡y no es casualidad! ella siempre me dice "cuando me casé yo no sabía ni freír un huevo", y poco a poco me ha dado alguna clase de cocina; la verdad es que no tantas como quisiera pero mi horario no me permite hacer más. Recuerdo la primera lección de cocina que me dió: crema catalana. Ella ya había preparado unas raciones a primera hora de la mañana para que al empezar la clase viéramos (en este caso yo no era la única alumna) cual era nuestro objetivo; qué teníamos que conseguir, y acto seguido empezamos a cocinar. Creo que para entonces no habíamos comentado nada sobre hacer más clases de cocina pero al marcharme de su casa (con mi creación en una bolsa) me dijo "pues ya sabes, cuando quieras aprender más cosas vienes y yo te enseño", y me animó a volver otro día para aprender más. En mi segunda clase hubo también una frase de la que no me olvidaré nunca "a medida que vayas viniendo y vayamos haciendo cosas irás cogiendo práctica, y cuando te plantes ante una receta nueva podrás hacerla aunque sea la primera vez, porque ya tendrás técnica". ¡Cuánta razón! Porque algo que también aprendí en esta segunda clase fue "lo primero que has de hacer antes de meterte en la cocina es coger la receta, leerla y volverla a leer, hasta que entiendas todo lo que hay que hacer"; puede parecer una obviedad, pero hasta entonces yo había hecho más de un intento de preparación culinaria fallido, precisamente por no haber leído antes la receta (previo remojo, congelación, tamizar...). Hace ya bastante tiempo que no cocinamos juntas pero es verdad que desde entonces me he plantado ante varias recetas y tengo una seguridad a la hora de cocinar que antes no tenía y reconozco que los resultados son mejores ahora, y todo esto es gracias a ella.
Como todo curso, la clase incluye algún descanso; en este caso mientras se hornea el bizcocho o durante el rato en que el agua hierve. En este tiempo ha sido mi abuelo el que se ha convertido en el sabio profesor; tal vez sin él darse cuenta he aprendido también de su experiencia. Jamás he tenido la sensación de tener abuelos "pesados"; de hecho cada vez disfruto más escuchando "batallitas" tanto sean de su juventud como de la edad adulta o de la tercera edad, de hecho como he comentado a medida que pasan los años valoro más que compartan conmigo sus aventuras y sobre todo su experiencia. Mi abuelo ha conseguido maravillarme con las aventuras de un chico joven explicadas desde la experiencia y la sensatez de un hombre adulto [puede parecer algo banal pero no es fácil encontrar a alguien capaz de hacerlo], y sobretodo a valorar y disfrutar de cada momento (refiriéndome a cada segundo) porque todo te aporta algo. Es maravilloso ver cómo hay personas que capturan o intentan capturar la parte positiva de todo.
Por fortuna he podido disfrutar de dos maravillosos abuelos y dos maravillosas abuelas (no todo el mundo puede decir lo mismo) y aprender cosas de los cuatro, aunque sea con el paso de los años. Recuerdo a mi "avi" como un hombre serio, recto... pero a la vez puro cariño. ¿incompatible? puede parecerlo, pero cada persona es un mundo... Recuerdo con qué pasión comía hasta el último grano de arroz de su plato de paella (que había preparado la yaya) y cómo escuraba todo el suco de las gambas (¡algo que siempre me había dado repelús!), pero sobretodo cómo a los nietos nos dedicaba siempre una gran sonrisa: siempre, siempre, siempre. Aunque no lo sepa, él también me ha ayudado en mis estudios como nutricionista: ahora mismo no se si la siguiente historia la he oido de él o por boca de otros, pero se que "años atrás" el médico le había dicho que el aceite de oliva era malísimo para el tratamiento del colesterol, obstrucción de arterias... ahora no se exactamente cuál era la cuestión, pero al fin y al cabo algo inconcebible hoy en día. Gracias a él he aprendido que las cosas nunca pueden ser rotundas y definitivas; hay que seguir estudiando, no podemos estancarnos... porque todo evoluciona y nosotros hemos de hacerlo también (sí, quizá esta lección no me la ha dado él sino que he querido aprenderla yo... pero al fin y al cabo es en parte gracias a esta anécdota familiar).
Mi yaya (la otra yaya) también me ha enseñado muchas cosas... recuerdo un verano en el pueblo en que, no se a cuento de qué, me explicó cómo preparar un biberón para un bebé, según el tiempo de vida del niño. Me explicó cuándo empezar a meter galletas trituradas, cereales, fruta... y cómo hacer el bibe más nutritivo. Ahora mismo no se de qué año estoy hablando, pero si fue en el pueblo... fue hace muchos años; seguramente antes de yo saber que quería dedicarme a la nutrición... ¿por qué entonces me explicó todo aquello? No lo se, pero ella fue la profesora de mis primeras nociones en alimentación infantil. También me enseñó que el pescado azul puede estar muy bueno; ¡me encantaban los salmonetes a la plancha que nos preparaba de pequeñas! cuando nos quedábamos a dormir en su casa siempre quería que nos preparase "ese pescado rojo raro que está bueno". Unos años más tarde entiendo lo que me quería decir cuando hablaba de que "en esta vida siempre hay que ir por caminos llanos y evitar los caminos de piedras"; supongo que quería enseñarme algo pero yo era demasiado pequeña para entenderlo... supo encontrar la frase adecuada para que ahora, años después, yo la recuerde y entienda lo que quiere decir.
Buffffffffffffffffff... ¡cuántas batallitas! La verdad es que podría escribir un libro entero sobre enseñanzas que he recibido de mis abuelos, pero no es la intención. Simplemente quería reflexionar e invitaros a reflexionar sobre todo lo que nos enseñan los abuelos y lo valioso que esconde todo lo que dicen y lo que hacen. Diría que "ojalá me hubiese dado cuenta antes, pero sonaría a frase de persona mayor".
Me encantaría hablar sobre los bisabuelos a los que tuve oportunidad de conocer... pero los recuerdos son vagos y centro este post en los abuelos. Por supuesto también se aprenden muchísimas cosas de los padres... pero esto lo dejaremos para otro día.
Queridos abuelos: J, P, R, C... ¡Gracias por todo!
Es una pena darnos cuenta de lo mucho que valen los abuelos cuando ya somos mayores; posiblemente si desde pequeños valorásemos los años de experiencia que ellos ya han vivido los disfrutaríamos mucho más y aprenderíamos de ellos alguna de las muchas cosas que saben.
Tengo la suerte de haber tenido tres (por ahora) primitas recientemente y a mis 24 años valoro enormemente el papel de los abuelos, que unos años atrás quizá percibía como "aquellos a los que les toca malcriar (en el sentido más positivo de la palabra) a su nieto / nieta".
Pongamos como primer ejemplo el tema de la alimentación, que es al que me dedico y seguramente por esto, uno de los que me impactó. Llevo prácticamente siete años estudiando el mundo de la nutrición y la dietética, y lo primero que hice al enterarme de que iba a tener un nuevo primito o primita (para entonces no sabía si sería niño o niña) lo primero que hice fue recuperar mis apuntes sobre alimentación infantil para aconsejar a los padres y ayudarles a alimentar a su pequeñuelo. Pues bien, al hablar con mi abuela sobre mis avances en este proyecto descubría que ella ya sabía muchas de las cosas que yo pensaba aportar como "nueva notícia": los espárragos en la dieta de la madre modifican el sabor de la leche materna, hay que introducir los alimentos nuevos al mediodía y no por la noche, etc.
Y ahora que hablamos de la yaya, y como es Navidad y se avecinan unos días de comer "bastante" estoy pensando en lo bien que cocina mi yaya... ¡y no es casualidad! ella siempre me dice "cuando me casé yo no sabía ni freír un huevo", y poco a poco me ha dado alguna clase de cocina; la verdad es que no tantas como quisiera pero mi horario no me permite hacer más. Recuerdo la primera lección de cocina que me dió: crema catalana. Ella ya había preparado unas raciones a primera hora de la mañana para que al empezar la clase viéramos (en este caso yo no era la única alumna) cual era nuestro objetivo; qué teníamos que conseguir, y acto seguido empezamos a cocinar. Creo que para entonces no habíamos comentado nada sobre hacer más clases de cocina pero al marcharme de su casa (con mi creación en una bolsa) me dijo "pues ya sabes, cuando quieras aprender más cosas vienes y yo te enseño", y me animó a volver otro día para aprender más. En mi segunda clase hubo también una frase de la que no me olvidaré nunca "a medida que vayas viniendo y vayamos haciendo cosas irás cogiendo práctica, y cuando te plantes ante una receta nueva podrás hacerla aunque sea la primera vez, porque ya tendrás técnica". ¡Cuánta razón! Porque algo que también aprendí en esta segunda clase fue "lo primero que has de hacer antes de meterte en la cocina es coger la receta, leerla y volverla a leer, hasta que entiendas todo lo que hay que hacer"; puede parecer una obviedad, pero hasta entonces yo había hecho más de un intento de preparación culinaria fallido, precisamente por no haber leído antes la receta (previo remojo, congelación, tamizar...). Hace ya bastante tiempo que no cocinamos juntas pero es verdad que desde entonces me he plantado ante varias recetas y tengo una seguridad a la hora de cocinar que antes no tenía y reconozco que los resultados son mejores ahora, y todo esto es gracias a ella.
Como todo curso, la clase incluye algún descanso; en este caso mientras se hornea el bizcocho o durante el rato en que el agua hierve. En este tiempo ha sido mi abuelo el que se ha convertido en el sabio profesor; tal vez sin él darse cuenta he aprendido también de su experiencia. Jamás he tenido la sensación de tener abuelos "pesados"; de hecho cada vez disfruto más escuchando "batallitas" tanto sean de su juventud como de la edad adulta o de la tercera edad, de hecho como he comentado a medida que pasan los años valoro más que compartan conmigo sus aventuras y sobre todo su experiencia. Mi abuelo ha conseguido maravillarme con las aventuras de un chico joven explicadas desde la experiencia y la sensatez de un hombre adulto [puede parecer algo banal pero no es fácil encontrar a alguien capaz de hacerlo], y sobretodo a valorar y disfrutar de cada momento (refiriéndome a cada segundo) porque todo te aporta algo. Es maravilloso ver cómo hay personas que capturan o intentan capturar la parte positiva de todo.
Por fortuna he podido disfrutar de dos maravillosos abuelos y dos maravillosas abuelas (no todo el mundo puede decir lo mismo) y aprender cosas de los cuatro, aunque sea con el paso de los años. Recuerdo a mi "avi" como un hombre serio, recto... pero a la vez puro cariño. ¿incompatible? puede parecerlo, pero cada persona es un mundo... Recuerdo con qué pasión comía hasta el último grano de arroz de su plato de paella (que había preparado la yaya) y cómo escuraba todo el suco de las gambas (¡algo que siempre me había dado repelús!), pero sobretodo cómo a los nietos nos dedicaba siempre una gran sonrisa: siempre, siempre, siempre. Aunque no lo sepa, él también me ha ayudado en mis estudios como nutricionista: ahora mismo no se si la siguiente historia la he oido de él o por boca de otros, pero se que "años atrás" el médico le había dicho que el aceite de oliva era malísimo para el tratamiento del colesterol, obstrucción de arterias... ahora no se exactamente cuál era la cuestión, pero al fin y al cabo algo inconcebible hoy en día. Gracias a él he aprendido que las cosas nunca pueden ser rotundas y definitivas; hay que seguir estudiando, no podemos estancarnos... porque todo evoluciona y nosotros hemos de hacerlo también (sí, quizá esta lección no me la ha dado él sino que he querido aprenderla yo... pero al fin y al cabo es en parte gracias a esta anécdota familiar).
Mi yaya (la otra yaya) también me ha enseñado muchas cosas... recuerdo un verano en el pueblo en que, no se a cuento de qué, me explicó cómo preparar un biberón para un bebé, según el tiempo de vida del niño. Me explicó cuándo empezar a meter galletas trituradas, cereales, fruta... y cómo hacer el bibe más nutritivo. Ahora mismo no se de qué año estoy hablando, pero si fue en el pueblo... fue hace muchos años; seguramente antes de yo saber que quería dedicarme a la nutrición... ¿por qué entonces me explicó todo aquello? No lo se, pero ella fue la profesora de mis primeras nociones en alimentación infantil. También me enseñó que el pescado azul puede estar muy bueno; ¡me encantaban los salmonetes a la plancha que nos preparaba de pequeñas! cuando nos quedábamos a dormir en su casa siempre quería que nos preparase "ese pescado rojo raro que está bueno". Unos años más tarde entiendo lo que me quería decir cuando hablaba de que "en esta vida siempre hay que ir por caminos llanos y evitar los caminos de piedras"; supongo que quería enseñarme algo pero yo era demasiado pequeña para entenderlo... supo encontrar la frase adecuada para que ahora, años después, yo la recuerde y entienda lo que quiere decir.
Buffffffffffffffffff... ¡cuántas batallitas! La verdad es que podría escribir un libro entero sobre enseñanzas que he recibido de mis abuelos, pero no es la intención. Simplemente quería reflexionar e invitaros a reflexionar sobre todo lo que nos enseñan los abuelos y lo valioso que esconde todo lo que dicen y lo que hacen. Diría que "ojalá me hubiese dado cuenta antes, pero sonaría a frase de persona mayor".
Me encantaría hablar sobre los bisabuelos a los que tuve oportunidad de conocer... pero los recuerdos son vagos y centro este post en los abuelos. Por supuesto también se aprenden muchísimas cosas de los padres... pero esto lo dejaremos para otro día.
Queridos abuelos: J, P, R, C... ¡Gracias por todo!
Que gran verdad, los abuelos otorgan muchos valores a hijos y nietos, no hay que pensar nunca que son unos "viejos pesados".
ResponderEliminarQué gran regalo de Navidad para los abuelos!!! muasssss
ResponderEliminarÉs una llàstima que els teus avis paterns ja no puguin llegir aquest escrit, però si els hi llegeixes als avis materns, crec que pot ser un dels millors regals de Nadal que poden tenir ;-))
ResponderEliminarDe la teva mare jo recordo la xocolata desfeta que feia quan tenia uns 16 anys... mmmmmmm què bona... (ei, ja sé que no és massa "dietètic", però alimenta, eh? hehe)
Assumpta, un dels "hàbits" que he heretat de la meva mare és l'afició a escurar les olles de les postres amb restes de massa, abans de ficar-les a rentar: crema catalana, xocolata desfeta, pa de pessic... mmmm!!!!!!!!
ResponderEliminarQuerida Marta, acabo de leer, tu maravilloso escrito , dedicado a los abuelos, que bonito regalo de Navidad nos ha hecho tanto a los que estamos , como a los que nos han dejado.
ResponderEliminarTu sabes que te queremos mucho, y que cuando quieras ya sabes ,volvemos a cocinar juntas.Muchas gracias y muchos besitos.de la yaya.
Mmmm què bo això d'escurar!! :-) A mi una de les coses que més m'agradava escurar no era precisament dolça... era les restes de la beixamel ooooooh!! deliciosa ;-))
ResponderEliminarEres fabulosa Marta. El Abue
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